Soy obsesiva. Los Números
pares y la ropa ordenada por color son mis preferidos. Cuando se trata de mi armario una vez a la semana es
perfecto y dos horas después es un despelote total. Odio el desorden pero me
cuesta mantenerlo. Soy inconstante, pero odio serlo. Si no me despierto con música o con un dulce “buenos
días” y un beso, arranco con mal genio.
Me enfurecen las injusticias y pierdo la razón cuando las
veo. Es difícil que me enoje y empiece a gritar, pero cuando lo hago el grito
sale mezclado con un llanto decepcionado. Esto se da solo 3 o 4 veces al año,
seguramente al mismo tiempo que estoy luchando con mi economía. “Infumable a
principios de mes” dice un amigo, perfecta descripción.
Me enojo con mis amigos cuando vuelven a golpearse con la misma
piedra, me enojo conmigo por pasarla mal cuando los veo tropezarse y entiendo
que es inevitable. Prefiero a mis amigos varones que a las mujeres, salvo
aquellas con las que puedo desnudarme y no sentirme avergonzada, en todos los
sentidos de esa palabra. Al fin entendí lo importante de los lazos sinceros a
tener una foto con millones de NO amigos. A contarlos con los dedos de las
manos, pero permitir que me las corten si de ellos se trata.
Aprecio las amistades frontales y sinceras, no contemplo
aquellas que no me retan cuando me las mando. Aquellas que tienen la capacidad
de escupirnos las verdades más terribles, solo porque tampoco soportan que
tropecemos con la misma piedra. Quienes
se ponen felices con nuestra felicidad. Y me cago en los que no entienden mis vínculos,
besito para ellos.
Detesto las perdidas, no me gusta “descartar personas” en mi
vida, me cuesta aceptar cuando es necesario o no tiene una explicación lógica
para mí.
Vivo con dos gatas y un perro de 5 meses. La gata más chica
vive en celo, me niego a jugar a Dios y privarle de la posibilidad de disfrutar
de su instinto o de procrear. El perro de alguna manera inocente suele entretener
su celo desesperado. Una amiga me pregunto: “Que saldrá de esa mezcla?”.
En esta casa todo es posible. Viviendo con dos gatas que se
mimetizaron tanto conmigo, que son el peor reflejo de mi misma. Y un perro que
se niega a ser perro, por mimetizarse tanto con las gatas. Con muchísima menos
literatura, con medio armario destruido, con muebles mordidos y un sillón destrozado,
sigo eligiendo vivir en “Jumanji”; hacen la vida más divertida. Aun cuando
algunos invitados las prefieren felinas; otros caninos, y algún otro no tolera
a ninguno de los tres.
Fumo un promedio de
20 cigarrillos al día, no me gusta el ejercicio físico y la comida saludable no
existe para mí. Claramente podría estar en “Cuestión de peso”, pero mi
metabolismo cambio a los 16 años.
No importa cuánta plata tenga en mi billetera la comida para
las mascotas y los cigarrillos no pueden faltar. Disfruto más de cocinar que de
pedir delivery y de vez en cuando ponerme linda para comer afuera.
Tengo problema con los límites, voy a vivir tratando en
terapia y en mi trabajo diario la búsqueda del equilibrio.
Estoy en quiebra. No puedo planear una salida de acá a tres
días, porque no sé si voy a tener $10 en la billetera o voy a haber inventado
algo y tener $500.- Ya no lo padezco, lo transito y confío en salir en el corto
plazo. Por supuesto que si me llaman de
N° Privado, no atiendo, me persiguen los bancos.
Valoro mucho la honestidad. Prefiero la más cruda realidad a
una mentira que no lleva a nada. Prefiero saber cómo son las cosas y poder
elegirlo o no. Me parece más justo para
todos.
De un tiempo a esta parte solo tengo vínculos sanos. Tal vez
establecí una vara muy alta pero todavía estoy dolida por algunas decepciones.
Dicen que los que venimos después siempre pagamos platos rotos de algo
anterior.
Me arme una muralla inmensa y durante mucho tiempo no dejaba
que nada se acerque, que nada me afecte. Tan mal me salió que lo bueno tampoco
me llegaba.
Deje de idealizar a las personas y los vínculos, soy más
sincera conmigo y con el resto. Deje de
ponerme un disfraz de Mujer maravilla para mostrar una foto sin maquillaje. A
veces me la saco con maquillaje corrido, pero bueno, también es parte.
De un tiempo a esta parte prefiero mostrarme como soy, con
toda esa mochila encima, con lo bueno y con lo malo. Imaginando como siempre
que todo puede terminar bien, que las cosas pueden suceder. Que depende de mí,
pero que no puedo contra todo, que mucho no lo manejo.
De un tiempo a esta parte lo ideal y lo real se asimilan
mucho. De un tiempo a esta parte soy lo más parecido a mí.