Muy lejos quedó esa ilusión de sentirme Mujer maravilla, de
buscar el traje de un personaje para poder enfrentar todo lo que sucedía. Mucho
tiempo desde aquellos días donde pretendía creer que podía sola ante la
adversidad. Que mis súper poderes me alejaban de los peligros de la vida, tanto
tiempo que me termine alejando de la vida misma, por miedo a esos problemas.
Primero fue un traje, después una muralla china.
“Deja de contar tu vida como una película”, todavía me
resuena en la cabeza esta frase que me dijeron hace ya muchos años. Pero recién
ahora, hace no mucho tiempo, entiendo el valor de esas palabras. Y por fin
parece que lo empiezo a llevar a la práctica. Hacerse cargo de lo que a uno le
pasa y de la manera en la que interfiere en el proceso de cada situación.

No era una artimaña para mostrar mi lado agradable, mi lado
moralista, mi lado “bueno”, sino era lo que yo realmente quería hacer, como pretendía
manejarme en esta vida. No lo estaba practicando.
Doble discurso, lo escribo y me da bronca pensar que era lo
que yo estaba haciendo. Me jactaba de muchas cosas, pero no las llevaba a cabo.
Me generó impotencia y frustración darme cuenta de este proceder. Roza la
hipocresía y eso me hace repudiar mis propios actos. No sé en qué momento,
tampoco lo reflexione, me empezó a preocupar esto. Me empecé a preocupar mí,
desde lo más profundo. Desde adentro y para afuera.
Uno de los detonantes de seguro fue cuando una vez un jefe me
dijo que le mostrara cual era mi “mundo ideal”. Después de escuchar la banda de
sonido de “Aladino” y cantarla un par de días para focalizarme en el tema
empecé a redactar la devolución. Fue frustrante darme cuenta que el concepto de
mundo ideal estaba directamente relacionado con la posibilidad o imposibilidad de
implementarlo en este mundo real. Ahí es donde todo el discurso que yo
pretendía llevar a cabo chocaba con la posibilidad de hacerlo.
Hacerme cargo de las limitaciones y rumbear nuevamente mis
ideales para aparejarlos con mis actos no es tarea fácil. Enfrentarse con los obstáculos
consciente que esta vez y para siempre, o mientras el mundo real y mi fuerza de
voluntad me lo permita, quiero seguir por ese camino.
En el trayecto se pierden cosas, personas, situaciones. Tal
vez prescindir de esas cosas puede generar angustia, pero también es fortaleza,
es aprendizaje. Ser y vincularse con aquellas cosas que tienen que ver con uno,
al menos en esta instancia de la vida.
Resulta gratificante que el fantasma de la frustración se vaya
yendo y que uno vaya construyendo un presente más sincero, más parecido a lo
que uno quiere ser. Y que seguramente con el tiempo también se irá
reconstruyendo.