martes, 6 de septiembre de 2011

PRONTO


Los perros suelen parecerse a sus amos.  O tal vez sea al revés, y sean los amos quienes se parecen a sus perros.
Lo confirmo cada vez que vienen unidos por una correa, en plan de ver quien pasea a quien.
También suelo cruzarme con gente que se parece a alguna palabra.  L., por ejemplo, es una mujer que se parece mucho a la palabra pronto.
En ella vive encendido el deseo, la promesa, el imposible.
La mujer que es igual a la palabra pronto vive cerca del mar y suele confesarme que lo disfruta, que lo recorre con sus ojos verdes y grandes, que lo examina.  Por un momento duda si no es el mar el que la observa, sorprendido de su similitud a la palabra pronto.
La mujer que es igual a la palabra pronto me dice que vendrá a verme, pronto.  Yo le creo, claro.  Y no puedo pensar en ella de otra manera que no sea en la proximidad de sus actos, en lo efímero de sus minutos.
La mujer que es igual a la palabra pronto piensa en el tiempo como un complejo entramado del cual es difícil escapar para vivir una vida distinta.  Sin embargo, de nada se arrepiente.  Proyecta, ecualiza, dilata, revive y desenfoca a piacere sus ideas, sus días y sus letras.
La mujer que es igual a la palabra pronto me dice “Darío, pronto”.

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