domingo, 18 de diciembre de 2011

Colores de 2011.


Este año me dispuse a cumplir con los controles médicos anuales. Controles que jamás realice rutinariamente. Tal vez sería más apropiado decir que me dispuse a ponerme al día con migo misma. En todos los aspectos posibles. Por este motivo tuve que sacar turnos para estudios de rutina (situación tediosa que me recuerda porque no me hago chequeos) y me dieron fecha para 2012, por segunda vez. Y la primera no me hice cargo pero la segunda ya me hizo ruidito. De 2011 ya no queda nada.

Padecí 2011. Y palpitando la llegada de otro año siento que lo padecí tanto como lo exprimí. Le saque el jugo a cada una de las cosas que me pasaron. Pero no en 365 días, sino en los 26 años que viví hasta el momento. Si existe un año bisagra en lo que va de mi vida ese fue el 2011. Todavía es.

Viví muchos duelos, en todas las acepciones de la palabra DUELO. Personas. Relaciones. Etapas. Una catarata, no solo de lágrimas. Que no hizo más que ayudar a limpiarme; a sacarme de encima mochilas; a aceptar algunas cosas y combatir otras; a priorizarme; a saber cuándo parar, a disfrutar de distintos detalles que se suponen obvios pero escasean bastante.

“Te diste cuenta el problema que tenes con los limites?”, “O pones punto muerto o andas a quinta”, “Siempre corriendo limites”, “Estas allá arriba o allá abajo”. Y algunas otras tantas frases así me ha dicho la psicóloga unos años atrás. Será una de mis luchas internas eternas. Así como el manejo de la ansiedad, la inconstancia y la inseguridad. Todos estos son algunos de los mambitos que fui tratando de resolver este año. Solo porque entendí que no me estaban llevando a ningún lado que no fuera el mismísimo fondo del cráter.

Equilibrio. Ni tanto ni tampoco. Ni blanco ni negro. Ni fuerte ni despacito. Gris, existe el gris y es el equilibrio perfecto entre los dos límites más claros. En todos los aspectos de la vida, en el abanico de colores que puedo contemplar y buscando la armonía perfecta en esa combinación. No será el equilibrio perfecto, tampoco lo busco, pero equilibrio al fin.

Y si de abanico de colores, de disfrutar de las cosas sin detenerse a evaluar tanto y de equilibrio se trata, me presentaron a los mandalas. Hace una semana exactamente, alguien que vivió muy de cerca mi estadía en el cráter vino a mi casa con un libro de mandalas y una caja de lápices de colores. Broche de oro. Resumen perfecto de mi año. Herramienta indicada, junto con un montón más que se encargan y se encargaran de regularme y mantenerme en equilibrio.

No sé si entendí la filosofía, si abrí mi mente o que sucedió pero hoy es una buena elección. Una elección sana, el nuevo requisito para la toma de decisiones en este nuevo emprendimiento que es mi bienestar.


El Mandala de la foto es el último que pinte. Que no sigue una simetría perfecta, pero describe como me siento y como pretendo seguir sintiéndome.

No hay comentarios: