domingo, 19 de enero de 2014

Soy obsesiva. Los Números pares y la ropa ordenada por color son mis preferidos. Cuando  se trata de mi armario una vez a la semana es perfecto y dos horas después es un despelote total. Odio el desorden pero me cuesta mantenerlo. Soy inconstante, pero odio serlo.  Si no me despierto con música o con un dulce “buenos días” y un beso, arranco con mal genio.



Me enfurecen las injusticias y pierdo la razón cuando las veo. Es difícil que me enoje y empiece a gritar, pero cuando lo hago el grito sale mezclado con un llanto decepcionado. Esto se da solo 3 o 4 veces al año, seguramente al mismo tiempo que estoy luchando con mi economía. “Infumable a principios de mes” dice un amigo, perfecta descripción.

Me enojo con mis amigos cuando vuelven a golpearse con la misma piedra, me enojo conmigo por pasarla mal cuando los veo tropezarse y entiendo que es inevitable. Prefiero a mis amigos varones que a las mujeres, salvo aquellas con las que puedo desnudarme y no sentirme avergonzada, en todos los sentidos de esa palabra. Al fin entendí lo importante de los lazos sinceros a tener una foto con millones de NO amigos. A contarlos con los dedos de las manos, pero permitir que me las corten si de ellos se trata.  

Aprecio las amistades frontales y sinceras, no contemplo aquellas que no me retan cuando me las mando. Aquellas que tienen la capacidad de escupirnos las verdades más terribles, solo porque tampoco soportan que tropecemos con la misma piedra.  Quienes se ponen felices con nuestra felicidad. Y me cago en los que no entienden mis vínculos, besito para ellos.

Detesto las perdidas, no me gusta “descartar personas” en mi vida, me cuesta aceptar cuando es necesario o no tiene una explicación lógica para mí.

Vivo con dos gatas y un perro de 5 meses. La gata más chica vive en celo, me niego a jugar a Dios y privarle de la posibilidad de disfrutar de su instinto o de procrear. El perro de alguna manera inocente suele entretener su celo desesperado. Una amiga me pregunto: “Que saldrá de esa mezcla?”.

En esta casa todo es posible. Viviendo con dos gatas que se mimetizaron tanto conmigo, que son el peor reflejo de mi misma. Y un perro que se niega a ser perro, por mimetizarse tanto con las gatas. Con muchísima menos literatura, con medio armario destruido, con muebles mordidos y un sillón destrozado, sigo eligiendo vivir en “Jumanji”; hacen la vida más divertida. Aun cuando algunos invitados las prefieren felinas; otros caninos, y algún otro no tolera a ninguno de los tres.

 Fumo un promedio de 20 cigarrillos al día, no me gusta el ejercicio físico y la comida saludable no existe para mí. Claramente podría estar en “Cuestión de peso”, pero mi metabolismo cambio a los 16 años.

No importa cuánta plata tenga en mi billetera la comida para las mascotas y los cigarrillos no pueden faltar. Disfruto más de cocinar que de pedir delivery y de vez en cuando ponerme linda para comer afuera.

Tengo problema con los límites, voy a vivir tratando en terapia y en mi trabajo diario la búsqueda del equilibrio.

Estoy en quiebra. No puedo planear una salida de acá a tres días, porque no sé si voy a tener $10 en la billetera o voy a haber inventado algo y tener $500.- Ya no lo padezco, lo transito y confío en salir en el corto plazo.  Por supuesto que si me llaman de N° Privado, no atiendo, me persiguen los bancos.

Valoro mucho la honestidad. Prefiero la más cruda realidad a una mentira que no lleva a nada. Prefiero saber cómo son las cosas y poder elegirlo o no.  Me parece más justo para todos.

De un tiempo a esta parte solo tengo vínculos sanos. Tal vez establecí una vara muy alta pero todavía estoy dolida por algunas decepciones. Dicen que los que venimos después siempre pagamos platos rotos de algo anterior.

Me arme una muralla inmensa y durante mucho tiempo no dejaba que nada se acerque, que nada me afecte. Tan mal me salió que lo bueno tampoco me llegaba.

Deje de idealizar a las personas y los vínculos, soy más sincera conmigo y con el resto.  Deje de ponerme un disfraz de Mujer maravilla para mostrar una foto sin maquillaje. A veces me la saco con maquillaje corrido, pero bueno, también es parte.

De un tiempo a esta parte prefiero mostrarme como soy, con toda esa mochila encima, con lo bueno y con lo malo. Imaginando como siempre que todo puede terminar bien, que las cosas pueden suceder. Que depende de mí, pero que no puedo contra todo, que mucho no lo manejo.

De un tiempo a esta parte lo ideal y lo real se asimilan mucho. De un tiempo a esta parte soy lo más parecido a mí.  

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