
Redes sociales, TV, diarios. Nadie dejo de comentar que el
21 de Diciembre de 2012 podía ser el fin del mundo. Y aunque todavía no termino
el día asumo que muchos ya se habrán dado cuenta que el mundo sigue y seguirá
firme el tiempo que algunos todavía decidamos cuidarlo.
De todas maneras me fue imposible no pensar que pasaba si
realmente se acabara el mundo. Que pasaría si mañana nos dijeran que en
determinada fecha todo lo que tenemos deja de existir, que nosotros dejamos de
existir.
La primera sensación que tengo es una ansiedad desesperada
de poder vivir todas aquellas cosas que no viví. Cuanto mas productivo sería
vivir cada día como el último o al menos entendiendo que el tiempo no vuelve y
que no tenemos vidas de yapa. Y si las tenemos es en otro plano, no continuando
la misma. Sería demasiado bueno, o demasiado malo si fuera así.
Después, un poco en frío hago un balance sumamente positivo
de mi vida en general, de mis metas y objetivos cumplidos. De mis ganancias
afectivas. De mi misma.
No escribo un libro pero tengo mi blog, con los seguidores
justos y necesarios. No se si plante un árbol pero la plantación de perejil no
tuvo mucho éxito. No tuve hijos, tengo gatas. No se si quiero escribir un
libro, ni me interesa plantar un árbol. Solo me hubiese quedado pendiente tener
un hijo, eso si hubiera sido un pendiente.
Voy pensando como voy a reciclar mi pizarra, con mis nuevos
proyectos, con este cambio de calendario que se avecina para que si algún día
me avisan que llega el fin del mundo no me queden pendientes ni sume
arrepentimientos.